¿Por qué algunos vinos saben a chocolate, vainilla o tabaco… si no llevan nada de eso?
- Gaston Padilla
- 1 ago
- 3 Min. de lectura

Si alguna vez probaste un vino y pensaste: “¿Me estoy imaginando esto o realmente sabe a cacao?”, no estás loco… estás descorchando uno de los grandes misterios (y placeres) del mundo del vino.
Una vez, en una cata informal, un amigo probó un Syrah y soltó:—"Esto huele a tocino."Todos nos reimos, pero el sommelier asintió. “Correcto”, dijo. “Eso es un toque de ahumado y carne curada. Es típico en ciertos Syrah del Ródano.”
Y es que el vino es como una caja de sorpresas líquidas: no necesita tener ingredientes añadidos para ofrecernos una sinfonía de sabores.
Todo comienza con la uva… y su entorno
Las uvas no son solo uvas. Son pequeñas esponjas de su entorno. El clima, el suelo, la altitud, la forma en que se cultiva la vid, todo influye en los aromas y sabores que luego sentiremos en la copa. A eso se le llama terroir, y es como la huella digital de un vino.
Por ejemplo:
Una uva Malbec cultivada en altura en Mendoza puede ofrecer notas a ciruela madura, chocolate amargo y hasta violetas.
Un Chardonnay fermentado en barrica de roble francés puede tener ese toque de vainilla, mantequilla y pan tostado.
¿Pero cómo es posible?

Química, barricas y fermentación: el trío mágico
Durante la fermentación (cuando el azúcar se transforma en alcohol), las levaduras producen cientos de compuestos aromáticos. Y cuando el vino se cría en barricas de roble, estas liberan sustancias como la vainillina (¡sí, la misma de la vainilla!) o lactonas que nos recuerdan al coco o a especias dulces.
Además, al oxidarse lentamente, el vino va desarrollando nuevas capas:
Notas de tabaco, cuero o café en los tintos envejecidos.
Aromas a miel o almendra tostada en blancos con crianza.
Ejemplos reales que te pueden sorprender:
Tempranillo con crianza (España): cuero, tabaco y frutos negros.
Pinot Noir (Borgoña): cerezas ácidas, sotobosque, a veces hasta trufa.
Sauternes (Francia): miel, durazno confitado y flor de azahar.
Torrontés (Argentina): uva moscatel, jazmín, cáscara de naranja.
Y lo más impresionante: no se le agregó nada artificial. Todo proviene de la magia natural del vino.

¿Entonces el vino “tiene” esos sabores?
No literalmente. Lo que tiene son moléculas aromáticas que nuestro cerebro interpreta como esos sabores. Es como cuando olés una chaqueta de cuero vieja y te recuerda el auto de tu abuelo. No estás oliendo al abuelo… pero tu memoria hace la conexión.
El vino activa la nariz, la lengua y las emociones.
Preguntas y respuestas rápidas
¿Se le agregan sabores al vino?
No. Los buenos vinos no llevan saborizantes. Todo es natural, producto de la uva, la fermentación, la crianza y el tiempo.
¿Por qué no todos los vinos tienen esos aromas?
Depende del tipo de uva, la forma de vinificar, si tuvo o no crianza en barrica, y hasta de cuánto tiempo lleva en botella.
¿Cómo puedo entrenar mi nariz?
Probá oler frutas, especias, flores, café, madera. Mientras más aromas reconozcas en tu día a día, más podrás identificar en el vino.
¿Y si no huelo nada raro?
¡No pasa nada! Lo importante es disfrutarlo. Con el tiempo, tu nariz se va afinando. Como todo en la vida, se aprende tomando… con moderación, claro.
Brindemos por los vinos que nos cuentan historias sin decir una palabra
Porque en cada copa hay un relato de tierra, clima, pasión, fermentación… y un poco de magia. Y lo mejor es que nadie necesita ser sommelier para disfrutarla.
¿Te ha pasado que un vino te transportó a un recuerdo?
¿A qué olía o sabía?
Te leo en los comentarios.Salud y buen #ViernesDeVino








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