El mito del vino “dulce para principiantes”
- Gaston Padilla
- 19 sept
- 2 Min. de lectura

Hay una frase que se repite en cualquier reunión donde se abre una botella:“Si no sabes de vino, empezá con uno dulce”.
¿Es verdad? ¿O es solo un mito que hemos heredado?
La realidad es que muchas personas inician su camino en el mundo del vino con etiquetas dulces, frizzantes o semisecos como un Moscato, un Lambrusco o incluso un rosado ligero.
La razón es simple: nuestro paladar humano se familiariza primero con lo dulce. Es el primer sabor que reconocemos de niños (la leche materna ya tiene un dulzor natural), y lo asociamos con placer inmediato.
¿Por qué lo dulce “engancha” al inicio?
Entrada fácil: Un vino dulce o semidulce es menos intimidante porque no tiene tanta astringencia ni taninos que resequen la boca.
Sensación de frescura: Los azúcares combinados con burbujas ligeras (como en un Lambrusco) hacen que se sienta más refrescante y menos serio.
Puente cultural: Así como la cerveza empieza con “light” y el café con mucha leche y azúcar, el vino dulce es esa puerta de entrada.
La evolución del paladar
Con el tiempo, a medida que probamos más vinos, empezamos a notar matices que antes no percibíamos: la acidez refrescante de un Sauvignon Blanc, la fuerza de un Cabernet Sauvignon, la elegancia de un Pinot Noir. Es como pasar de escuchar solo canciones pegajosas de radio a disfrutar de un buen concierto de jazz. El gusto se educa y pide complejidad.
Una amiga mía juraba que jamás dejaría el Moscato. Hoy, años después, disfruta descorchando un Malbec robusto. Su frase favorita ahora es: “El Moscato fue mi entrenamiento; el Malbec, mi graduación”.
Entonces, ¿los vinos dulces son solo para principiantes?
No. También hay vinos dulces de altísima gama: desde un Tokaji húngaro hasta un Sauternes francés, que son verdaderas joyas enológicas. La clave está en entender que lo dulce no es “menos vino”, sino un estilo más dentro del abanico.
Preguntas y respuestas
¿Por qué algunos recomiendan empezar con vino dulce?
Porque es más amable para un paladar no acostumbrado a la acidez y los taninos.
¿Es malo quedarse siempre en lo dulce?
No, pero te perderías de la diversidad del vino. Es como solo comer postres y nunca probar un buen asado.
¿Un vino dulce siempre es de baja calidad?
Para nada. Hay vinos dulces artesanales y de terroir que pueden costar más que muchos tintos de renombre.
El vino dulce puede ser tu primer amor, pero no tiene por qué ser el único. El viaje del vino está hecho para explorar.
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